Con mis dos hijas en casa dando guerra se hace difícil concentrarse y menos para terminar una novela como la mía. Mi otra hija (tengo tres) está estudiando fuera y “jura” que no volverá a vivir en España: ojalá tenga razón, aunque la echaré de menos, pero será mejor para su futuro. Pero con las otras dos todavía me quedan años de “batalla”.

Mi profesión ‘oficial’ es la fisioterapia. Durante años ejercí de ello en mi propia clínica. El trabajo fue bien y fui delegando en otras personas. Hoy en día tan solo me encargo de supervisar la clínica… y así tengo más tiempo para mi otra pasión, que espero convertir en profesión: quiero ser escritora. Pero para escribir necesito una habitación propia como diría mi adorado Virginia Woolf.

En la clínica he ‘perdido’ mi despacho, pero ya no lo necesitaba porque puedo organizar el trabajo desde casa y así ganamos un espacio. Y en mi casa el ambiente, generalmente, no está para mucha concentración. Y eso que hice algunos cambios últimamente en mi despacho: coloqué nuevos estores translucidos, cambié la decoración y hasta compré un ordenador nuevo: pero en casa me cuesta bastante escribir, sobre todo si están mis hijas. Las tengo que atender, y lo primero es lo primero.

Por eso, cuando tenía que rematar mi primera novela que voy a autopublicar decidí irme una semana a un hotelito en la costa. Dejé a las niñas con su abuela y me fui. ¡No sabéis lo que avancé en tan solo una semana! Es un hotel que conozco bien y pude elegir la habitación más aislada… y con las mejores vistas. De hecho, los estores translucidos de mi casa están inspirados en esta habitación, me encanta su estilo mediterráneo.

De momento no tengo editor, pero sí un corrector que colabora conmigo a distancia. El último día de trabajo me envió sus correcciones, que no eran pocas, pero me dio tiempo a terminarlo todo. Y la novelita ya está lista para publicarse. Y ahora, vuelta a casa con los otros ‘personajes’ de mi vida: mis queridas hijas.