Un fin de semana de vacaciones 

¡Por fin es viernes! Llevábamos esperando estas vacaciones desde hacía un montón de tiempo. Por diferentes circunstancias hemos tenido que ir posponiendo las vacaciones hasta que se nos han acumulado los días. Bueno, a mi mujer al menos, porque a los autónomos no se nos acumula nada: Podemos trabajar los 365 días del año y tan campantes. Pero hasta los autónomos descansan de vez en cuando, ¿no?

Tampoco es que fuera el viaje de nuestros sueños, pero nos valía cualquier cosa con tal de desconectar un poco. Así que elegimos un pueblo del norte y en temporada baja para estar tranquilos. Nos gusta mucho la playa, pero no era lo que buscábamos en este viaje. ¡Y a ver quién se baña en el Cantábrico en pleno mes de febrero! La idea de este viaje era simplemente dormir, relajarse y comer.

El inconveniente, en este caso, surgió poco antes de irnos ya que mi mujer lleva tiempo con problemas de tiroides y no iba a poder comer todo lo que le gustaría tras unos análisis negativos. Ella es fan de la comida del norte, sobre todo del marisco y demás, pero la doctora le pidió precaución. Mi mujer es de tomarse muy en serio la alimentación pero no la vi con ganas de ponerse a medir el valor nutricional de los mejillones, ¡con lo que le gustan a ella los mejillones!

Como ya estamos curados de espanto y la semana antes de irnos de vacaciones siempre pasa algo, este tema no nos paró y decidimos seguir con el plan. Aunque es verdad que a la hora de comer tuvimos que tener un poco más de cuidado. Yo iba con ganas de sidra, pero mi mujer echó el freno rápidamente. Y mira que la sidra combina bien con los chopitos y las zamburiñas. Y todo eso con vistas al puerto: no hace falta que nos juren que lo que comemos es fresco. Ya digo que sin llegar a medir el valor nutricional de los mejillones, disfrutamos de nuestra estancia en la villa marinera. Repetiremos pronto pese a los contratiempos de última hora que siempre nos acompañan.

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